domingo, 17 de marzo de 2013


ARSENIO SÁNCHEZ NAVARRO. UN MORATALLERO ILUSTRE Y UN AMIGO


Reconozco que lo conocí muy tarde y lamento que haya sido así, porque de haber tenido más tiempo, habríamos compartido más cosas y nos habrían unido otros asuntos, demás de su amor incondicional a Moratalla y de su inclinación por la literatura, aunque era todo un personaje en el mundo de los negocios, y dedicó buena parte de su vida a levantar ese emporio del que fue secretario durante muchos años, llamado FREMM.
            Un amigo común me advirtió hace más de tres lustros de que conocía a un compatriota mío que se refería a mí y a mis libros en un tono muy elogioso y con absoluta admiración. Es posible que, en un alarde de modestia, no le concediera yo entonces demasiada importancia, hasta que un día me informó de que aquel hombre acababa de publicar un libro donde escribia sobre nuestro pueblo y me dedicaba unas palabras ensalzando mis libros y poniéndome como ejemplo de moratallero ilustre. “De Moratalla a Murcia” se titulaba aquella obra y en ella tenía la generosidad de referirse a mi persona en términos excepcionales, sobre todo teniendo en cuenta que todavía no nos habíamos saludado siquiera: “El escritor y poeta moratallero, posiblemente el más grande, Pascual García…” y proseguía transcribiendo uno de mis poemas donde se reflejaban los recuerdos del frío en la infancia  y la emoción de la nostalgia.
            No tuve más remedio, por supuesto, que llamarlo por teléfono y, como hago siempre que alguien escribe bien sobre mí, agradecerle en primera persona su comentario encomiástico. En aquella conversación ya me di cuenta de que estaba ante un personaje excepcional, no sólo inteligente y lúcido, sino dotado de una humanidad fabulosa, cercano, discreto y tan humilde como suelen serlo siempre los hombres grandes.
            Como yo, como la media moratallera, Arsenio Sánchez Navarro era un hombre de estatura baja, pero de una personalidad enérgica, resuelto y amable al mismo tiempo, franco y afectuoso, decidido, afable y sencillo como un hombre que había vivido mucho, había reflexionado bastante y se había diseñado una idea sobre la vida y el mundo tan real como afectuosa.
            Durante algunos años, bien es verdad que no muchos, fuimos encontrándonos en diversos foros, leyó mis libros que fui regalándole con mucho gusto, porque me constaba que era un gran lector y un lector exigente, y nunca dejó de hacerme alguna observación siempre cordial, orgulloso de compartir conmigo la tierra de origen, de proclamarse moratallero como yo. Reconozco que cuando uno encuentra a un ser humano de la valía profesional e intelectual de Arsenio, de su talante liberal y desprendido, de su carácter risueño y hospitalario, y alcanza el privilegio de ser amigo suyo, pese al escaso tiempo que nos otorga la vida, la experiencia resulta inestimable y la huella que deja su ausencia, ahora que ya no se encuentra con nosotros, imposible casi de ocupar de nuevo.
            Es verdad que los amigos los tiene uno como un privilegio quizás inmerecido, porque a veces no les dedica el tiempo y el interés que debiera; tal vez por eso, son amigos, porque no exigen nada, porque están cuando uno los necesita. Yo puedo decir que Arsenio estuvo en el momento en que me hizo falta su buena mano, su prodigalidad y su devoción a cuanto yo había escrito.
            Me gustaría corresponderle ahora, en estos momentos de tristeza y de ausencia; mandarles desde esta página un abrazo a su viuda y un apretón de manos a sus hijos, expresarles mi  sentimiento y acompañarlos en su dolor, que también es el mío, porque todos los días no nos deja un moratallero de  su talla, un hombre de bien y un amigo. Descanse en paz.
                       


            

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